La otra muñeca maldita del museo de los Warren

 Desde Annabelle hasta Shadow, el muñeco en el que se inspiró el personaje cinematográfico Chuckie, las leyendas sobre muñecos malditos son infinitas y se encuentran alrededor de todo el mundo. El hecho de que nos asusten tanto se debe posiblemente a que son imitaciones inertes de nuestra propia morfología, a que sus ojos parecen mirar igual que lo hacen los nuestros, y a que el hecho de que sean tan similares a seres humanos parece invitar a que cobren vida, a que anden con sus miembros de plástico exclusivamente para aterrorizarnos.

En este caso vamos a hablar de la leyenda de la muñeca Lily, que se encuentra en el Museo del Ocultismo de los Warren situado en Connecticut. A pesar de que no es tan famosa como Annabelle, ni ha protagonizado películas, está contenida en una caja individual dentro del museo, al igual que ella, se supone que para contener su inmenso poder maligno. Además, físicamente resulta mucho más aterradora (aunque ya sabéis que la muñeca Annabelle de la película no tiene nada que ver con la auténtica, que es una muñeca de trapo) y, según aseguran muchos de los visitantes del museo, te sigue con los ojos cuando pasas frente a su vitrina.

El caso de la muñeca Lily fue manejado por Lorraine Warren, puesto que su marido Ed acababa de fallecer. Sin embargo, hay webs en las que no se habla de que la clarividente ayudara a esta familia, sino que simplemente relatan que los afectados donaron el muñeco maldito al museo y, de esta forma, se libraron de los extraños sucesos. En lo que sí coinciden todas las fuentes es en que esta muñeca volvió a casa de sus dueños del mismísimo cementerio. Ésta había pertenecido, según la leyenda, a una niña de nueve años que desgraciadamente falleció, y puesto que se trataba del juguete favorito de la niña las habían enterrado juntas. Sin embargo, siete días después, los padres de la niña, Lily, aseguraron que la muñeca reapareció en casa, como si hubieran olvidado introducirla en el féretro. Lo peor de todo es que la niña había muerto al caer desde la azotea de la casa en la que vivía, lo cual solía hacer para enseñar a su muñeca las vistas de la ciudad.

Desde que le habían regalado a la muñeca, Lily había dejado paulatinamente de jugar con el resto de sus juguetes, centrándose cada vez más en la pequeña de rostro siniestro, tratándola como a una verdadera hija y, según sus padres, mimetizándose con ella de forma extraña, como si pareciera desde fuera que dueña y muñeca eran cada vez más similares la una a la otra.

A partir de este punto, la historia comienza a parecerse a la que podemos ver en Annabelle Creation, cuando el espíritu de la niña pide permiso para meterse en la muñeca. La madre asegura que la cara de la muñeca parecía moverse levemente, haciendo gestos como los de su hija, como algunos mohines característicos de la fallecida. De hecho, la muñeca y la niña compartían incluso nombre, puesto que la pequeña la había bautizado de igual forma que sus padres a ella. La familia también aseguraba que la muñeca hacía pequeños ruidos, similares a gemidos, y que una vez, por la noche, llegaron incluso a escucharla decir "mamá" y que la habían visto llorar en ocasiones.

Finalmente, tal y como había ocurrido con la niña, Lily fue absorbiendo la energía del resto de miembros de la casa, ganando así poder y haciendo que la situación se volviera insostenible. Fue aquí cuando tomaron la determinación de deshacerse de Lily, y cuando fue enclaustrada en el Museo del Ocultismo. Sin embargo, se dice que incluso aquí siguió causando estragos, pues la leyenda dice que un hombre que se acercó demasiado a la vitrina acabó muriendo, tras haber escuchado como la muñeca pronunciaba su propio nombre, por lo que decidieron añadirle una luz roja que indicara que se trataba de un objeto especialmente peligroso con el que había que tener especial cuidado.



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