¿Qué tiene que tener una buena serie de terror?

¿Qué debe tener una serie de miedo para ser genuinamente buena? Podrían ser los sustos, la esencia en sí mismo del terror. Entonces, ¿no hay series que realmente merezcan la pena si les falta eso? Bueno, quizás también podemos tener en cuenta la tensión previa al momento. Pero entonces dejaríamos atrás todo el componente de la música, la veracidad que puedan darle los personajes, la caracterización de los mismos. Entonces, ¿lo que hace buena a una obra de terror es el conjunto de todas sus partes? Pues en este blog, no somos expertos sobre los clásicos de cagarse en los pantalones, pero sí que estamos enganchados a ellos, así que hoy os venimos a contar, en nuestra opinión, qué ha de tener una serie de terror para que realmente nos enganche de principio a fin.

Bien, para empezar hay que resaltar una cosa importante, es mucho más sencillo que te enganche una película, que una serie. El formato de las películas tiene, aproximadamente, 90 minutos de duración, y si bien existen dificultades a la hora de contar una historia en un tiempo tan acotado, para el espectador es más sencillo aguantar hora y media enganchado que un tiempo medio de seis horas que puede durar una temporada completa. Entonces, ¿qué debe tener un inicio para que sea trepidante, para querer ir más allá y no ‘dropear’ la temporada en el capítulo tres? Vamos con ello.

Para empezar, y algo fundamental, es la construcción de los personajes. “Eso es mentira, a mi me dan igual los personajes, yo veo una serie de miedo para que me de sustos todo el rato”. De acuerdo, tigre, tranquilo, ya sabemos que eres el más valiente de la jungla, pero déjanos explicarnos. Los personajes son, en esencia, el reflejo del susto, son quien vive en primera instancia el golpe de efecto de encontrarse en el pasillo al asesino en serie del que llevan hablando todo el tiempo. Nosotros, al final, somos meros espectadores de lo que ocurre en la escena, pero seamos realistas: no queremos solamente ver la silueta del poltergeist al girar la cámara, queremos ver las consecuencias de que se aparezca. Sin una buena construcción del personaje al que aterrar, tenemos un golpe de efecto vacío, que no nos lleva a ningún sitio. Y, por supuesto, si la amenaza no es creíble, ¿cómo vamos a empatizar con la persona que grita cada vez que hay un ruido a su alrededor? Tanto el ente aterrador, como el ente aterrado deben estar construidos y ser coherentes con lo que está ocurriendo en pantalla. Un gran ejemplo de esto son  los personajes de Asylum, la segunda temporada de American Horror Story. Pensadlo, ¿tantos sustos hay en trece capítulos, o simplemente son los personajes los que te mantienen enganchado a las secuencias hasta que llegan los momentos de tensión? Probablemente no os estamos descubriendo nada sobre esta serie ya que, en general, suele ser la favorita del público, pero os recomendamos que reviséis la temporada y contéis cuantos momentos de terror tiene. No son tantos para lo que dura la temporada, pero si la seguís viendo, por algo será.



Pero hablando de ser coherente, hay algo que es fundamental, diría, en este tipo de formato en particular. La coherencia con la realidad de la obra. “Qué me vienes a contar de la realidad, yo vengo a ver una monja poseída por el poder de Satanás y no a que me cuentes tus vainas”. Entiendo tu protesta, Monstruo del Lago Ness, pero verás, hay algo fundamental que se tiene que respetar cuando haces un guion. Si tu obra va de fantasmas que levitan y atraviesan paredes, y me presentas esa realidad, yo me creo durante toda la obra que los fantasmas levitan y atraviesan paredes. Tan solo te pido que luego, si nuestro protagonista se esconde detrás de una puerta, el fantasma no se vaya de la habitación porque justo la puerta era de metacrilato, único metal al que este ente fantasmagórico era alérgico.
Al margen de la broma, carece de sentido que propongas una realidad que luego no se ajuste a los acontecimientos. Ya no solo para los entes malignos y fuerzas sobrenaturales, que, en ocasiones, son detalles que se nos pueden escapar, ya que no trabajamos sobre un ejemplo que hayamos podido ver con nuestros propios ojos, sino que muchísimas veces ocurre con los propios protagonistas de la acción. Hemos visto cantidad de series, series de éxito de hecho, donde personas que se enfrentan a situaciones paranormales acaban cayendo de un balcón de un tercer piso sin tener ni una magulladura. Y tiene sentido, en ese contexto, que un fantasma pueda hacerse corpóreo y empujar a la persona que tiene delante por el balcón, pero en ningún momento me has explicado que en este universo los humanos sean de goma y no les pase nada a la hora de desprenderse de una altura de cuatro o cinco metros.
Este tipo de sucesos los vemos, sobre todo, en las series slasher. Este género recoge, generalmente, asesinos o psicópatas que, por unos u otros motivos (no siempre justificados, pero de la motivación del malo de la serie hablaremos en otro capítulo de esta sección) pretende o consigue hacer una matanza de cierto número de personas, habitualmente adolescentes, en un corto periodo de tiempo. Persecuciones largas, golpes de música potentes, gritos, sangre. Un clásico. En general, un género muy explotado en películas y con muy buen resultado ya que, en un periodo corto de tiempo, es sencillo trabajar sobre la ansiedad y pánico que siente una persona al ser perseguida. ¿Pero es posible trasladar esto a un formato de seis u ocho horas consecutivas de persecución y asesinato? Bueno, es posible, como podemos ver en la serie del mismo nombre que el género al que nos referimos: Slasher. Sin embargo, esta vez no podemos recomendarla por el punto mencionado previamente, la evasión de la realidad. Existe un asesino, entendemos que el asesino tiene unas motivaciones para matar a las personas y queremos conocerlas, pero algo que te saca de la acción totalmente es el hecho de que, por conveniencias del guion, y con el objetivo de que nuestro protagonista muera el último, sea capaz de sobrevivir a cortes, navajazos, golpes, caídas, un trueno que caía por allí, una avalancha, doce mamuts y medio y a una bronca de su madre tras llegar tarde a casa y no cogerle el teléfono después de quince llamadas perdidas. No es coherente con la realidad que el foco de la acción esté siempre expuesto al peligro, pero nunca le pase absolutamente nada, en circunstancias extremas, solo porque debe ser el último en caer. Como estos ejemplos podréis encontrar varios a lo largo de la serie que, si bien entretenida, es mejorable en ciertos puntos.

Bien, nos gustaría seguir, pero por aquí lo dejamos por el momento, ya que no queremos alargar demasiado esta, esperemos, primera parte de una serie de recomendaciones seriéfilas. Aún nos quedan muchos casos que comentar. En esta sección nos gustaría hablar de la escenografía, de la importancia de la banda sonora, de abusar de la tensión, de la motivación de todas la partes, incluso si queréis, hacer un top con las series que más y menos nos han gustado comentando el motivo de cada una. Si hay alguna temática de la que queréis que hablemos, por favor, comentadnos por aquí abajo y estaremos encantados de trabajarla. Esperamos que nuestros consejos os sirvan a la hora de ver una serie de miedo y, por supuesto, que las disfrutéis igual que nosotros.

Por aquí nos despedimos, esperamos, que hasta pronto.

Un, dos, Freddy viene a por ti...


Entrada de Santiago Fernández

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